En los últimos años, las empresas de todo el mundo se han visto obligadas a cambiar su forma de operar, con miras a ser más eficientes y adaptarse a fenómenos como la liberalización o la digitalización, en medio de un mercado cada vez más saturado, globalizado y exigente.
Con el fin de que se puedan guiar las decisiones de los directivos e inversores, es fundamental que esos cambios se reflejen en los indicadores empresariales. Uno de los más recientes, relevantes e interesantes es el indicador del valor económico agregado.
El EVA es el resultado obtenido al restar a la utilidad operacional los costos del capital, una variación o modificación de lo que antes se denominaba “ingreso o beneficio residual”.
Este indicador se utiliza como un método de rendimiento financiero para calcular el beneficio económico real que obtiene una empresa. Por tanto, el valor económico agregado (EVA) es el importe que queda en un negocio cuando ha cubierto todos sus gastos, así como la rentabilidad mínima estimada.
El EVA se puede utilizar en todo tipo de empresas, desde las microempresas hasta las multinacionales cotizadas en bolsa. Este indicador surgió para cubrir las lagunas y solventar las limitaciones de los indicadores económicos tradicionales. No se trata de un simple indicador global, ya que también puede aplicarse a secciones específicas de las empresas, como las filiales o unidades de negocio.
El EVA proporciona una medida que permite alinear las metas de la empresa y determinar si las inversiones de capital están generando un rendimiento mayor a su costo, debido a que sirve para determinar los objetivos de negocio, medir el rendimiento de la empresa y conocer los costos en los que incurre. El uso del EVA permite a los directivos tomar decisiones y diseñar estrategias dirigidas a la creación de valor.
De hecho, un buen EVA puede aumentar la confianza de los inversionistas y contribuir a que el negocio siga creciendo, teniendo en cuenta que el valor económico agregado también es una herramienta de comunicación corporativa dirigida a los inversionistas y accionistas para evaluar el desempeño de la empresa y el nivel de riesgo que puede representar invertir en ella.
El cálculo del EVA es complejo, pero se puede sintetizar en una fórmula planteada por un estudio publicado en la Revista Nacional de Administración. El EVA considera la productividad de todos los factores necesarios para llevar a cabo la actividad del negocio. Esta es la fórmula:
EVA = UAIDI – (ACTIVOS TOTALES * COSTO DEL CAPITAL)
La utilidad de las actividades habituales antes de intereses y después de impuestos son la base del UAIDI. Este valor se obtiene sumando los intereses a la utilidad neta y eliminando las utilidades extraordinarias, pero si se producen pérdidas extraordinarias, hay que tenerlas en cuenta también en la suma de dicha utilidad.
Por su parte, el costo del capital refleja el costo medio de todas las fuentes de financiación a las que ha recurrido la empresa para poder desempeñar su actividad, mientras que el total activo se refiere a todos los bienes, derechos y recursos en general con los que cuenta la empresa.
Si el resultado del cálculo del EVA es positivo implica que el negocio ha generado valor. En ese caso, la rentabilidad generada supera al costo de oportunidad, aunque se debe aclarar que las empresas que protagonizan un proceso de expansión no suelen tener un valor económico agregado muy elevado porque sus inversiones no tienden a generar rentabilidad a corto o mediano plazo, sino que más bien destruyen riqueza.
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