
La disgrafía es una dificultad específica de aprendizaje que afecta la habilidad de escribir, tanto en términos de la calidad de la escritura como de la velocidad. Se manifiesta en problemas para formar letras, organizar palabras o realizar trazos legibles. Este trastorno, que puede dificultar el desarrollo académico y social de quienes lo padecen, requiere una identificación temprana y un tratamiento adecuado.
Si te interesa comprender y abordar de forma efectiva este tipo de trastornos, puedes potenciar tu perfil profesional estudiando una formación especializada como la Maestría en Psicopedagogía, la Maestría en Educación Especial o la Maestría en Pedagogía Activa de la Universidad Europea en Ecuador.
Para profesionales como Liset González, especialista en Pedagogía, la disgrafía es una desviación del aprendizaje de la escritura que afecta en dos sentidos: la forma o el significado de la misma. Los niños que enfrentan disgrafía pueden encajar en uno de estos perfiles:
La disgrafía, según los estudios del especialista Portellano Pérez, no siempre está asociada con problemas neurológicos o sensoriales graves. Este trastorno puede aparecer incluso en niños que no presentan otras dificultades, lo que refuerza la importancia de una detección temprana y la implementación de estrategias pedagógicas innovadoras por parte de profesionales capacitados.
A lo largo de las últimas décadas, numerosos estudios científicos han categorizado los distintos tipos de disgrafías. Luis Alvear y su equipo comentan, en un artículo publicado en la Revista de Investigación Talentos, dos tipos de disgrafía: la motriz y la específica.
La disgrafía motriz implica que los niños son capaces de relacionar los sonidos con su representación gráfica. Cuando escuchan ‘CASA’, saben que se escribe con C, A, S y A. Sin embargo, sus dificultades motrices les impiden llevar esta reflexión mental al papel.
Ejemplos de esta disfunción son la incapacidad para sujetar bien el lápiz, la realización de trazos irregulares o una gran lentitud en la elaboración de cada letra, todo ello se traduce en una escritura ilegible.
El abordaje de la disgrafía específica requiere de un análisis más complejo. En estos casos, el niño experimenta dificultades para percibir las formas que se puede complicar más con una desorientación espacial, temporal y trastorno del ritmo. A consecuencia de ello, hay un exceso de rigidez al escribir.
En el extremo contrario, se genera una escritura impulsiva y desordenada. Ambos caminos llegan a un mismo lugar: una letra compleja de interpretar hasta para el propio niño.
La disgrafía específica está categorizada en varios subtipos:
Aunque suelen confundirse, la disgrafía y la disortografía tienen diferencias importantes, pero también puntos en común que pueden complicar su diagnóstico. Comprender estas particularidades es esencial para abordar ambas condiciones de manera efectiva.
La disgrafía, como comentamos anteriormente, afecta principalmente la forma en que una persona escribe. Esto incluye problemas con la motricidad fina que impactan la capacidad de realizar trazos claros, con letras que suelen ser ilegibles o desproporcionadas. Por otro lado, la disortografía se relaciona con errores ortográficos y gramaticales, los cuales pueden persistir incluso en personas con una caligrafía impecable.
La disgrafía y la disortografía son condiciones que afectan de manera significativa el proceso de escritura, dificultando la capacidad de las personas para expresar sus ideas de manera efectiva.
No es raro que ambas dificultades coexistan en una misma persona, lo que puede intensificar los desafíos. Esta combinación puede afectar no solo el rendimiento académico, sino también la autoestima, ya que la escritura es una herramienta esencial para la comunicación y el aprendizaje.
En ambos casos, resulta crucial implementar intervenciones personalizadas que se adapten a las necesidades particulares de cada individuo. Estas estrategias incluyen ejercicios prácticos, técnicas de reeducación y, en algunos casos, la incorporación de herramientas tecnológicas. Recursos como teclados predictivos y aplicaciones específicas pueden facilitar el proceso de escritura, ayudando a mitigar los efectos de estas condiciones.
Aunque ambas son trastornos del aprendizaje que afectan a la escritura, lo hacen desde perspectivas diferentes. Mientras que la disgrafía se centra en el cómo se escribe, la disortografía está relacionada con el qué se escribe.
La disgrafía afecta principalmente la motricidad fina, influyendo en la calidad de los trazos y la organización del texto. Los niños con disgrafía suelen enfrentar dificultades al controlar un lápiz o un esfero, lo que puede dar lugar a una escritura desorganizada o excesivamente lenta, dificultando la legibilidad de sus producciones.
Por otro lado, la disortografía impacta la estructura lingüística del escrito, reflejándose en errores como la confusión de letras, la omisión de reglas ortográficas básicas o la escritura incorrecta de palabras con sonidos similares. Estas dificultades afectan directamente la precisión y coherencia del mensaje escrito.
Investigaciones académicas destacan que tanto la disgrafía como la disortografía son más comunes en entornos con altos niveles de estrés académico. Esto podría deberse a que las demandas educativas actuales tienden a enfatizar el aprendizaje rápido y el desempeño, lo que aumenta la presión en niños con dificultades específicas de aprendizaje. Esta presión no solo exacerba los síntomas, sino que también puede afectar negativamente su autoestima y motivación.
Además, la detección temprana de estas dificultades es crucial para minimizar sus efectos a largo plazo. Cuando no se identifican a tiempo, estas condiciones pueden derivar en problemas más graves, como dificultades emocionales o de comportamiento, debido a la constante frustración en tareas escolares que implican escritura.
Al igual que ocurre entre disgrafía y disortografía, la población general no establece claramente la diferencia entre disgrafía y dislexia. Por un lado, la disgrafía tiene que ver estrictamente con las dificultades para escribir un texto. Por otro lado, la dislexia afecta a la escritura, pero también a la lectura y al habla.
Los alumnos con disgrafía pueden tener dificultades al expresar sus ideas por escrito. Sin embargo, no suelen presentar inconvenientes para leer un libro ni el habla se ve afectada por su condición.
La dislexia se centra especialmente en la lectura. Esto, por lo general, implica mayores problemas con la ortografía y el habla. Además, existen casos en los que los niños incluso se confunden a la hora de diferenciar sonidos.
La disgrafía es un trastorno que puede tener un impacto significativo en el desarrollo educativo y emocional de los niños. Sin embargo, con una detección temprana y el apoyo adecuado, es posible minimizar sus efectos y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
Además, para los profesionales interesados en el campo de la educación, especializarse en áreas como la psicopedagogía o la educación especial ofrece herramientas valiosas para abordar este y otros trastornos del aprendizaje. La Universidad Europea en Ecuador proporciona opciones de formación avanzada que te preparan para enfrentar estos retos educativos y marcar una diferencia significativa en la vida de las personas.